Dos noches le pedí a la vida.
Una para contemplar tu rostro
iluminado por la luz de la luna.
La otra fue para amarte eternamente
entre la oscuridad cautiva
y perderme apaciblemente en tu piel.
Al final dos noches no me fueron suficientes
y supliqué a Dios concederme una vida,
para poder expresarte con mi corazón,
lo mucho que te amé en el ayer ...
Y todo lo que te amaré hasta la eternidad.
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