viernes, 19 de marzo de 2010

Carta breve a la vida

No es que me queje de ti vida mía pero te has ensañado con mostrarme el dolor de la pérdida. Yo no sé cuantas lágrimas necesite derramar para que sepas que he aprendido. No lo sé de verdad... ¿Estaré acaso condenado a vivir eternamente bajo el cobijo de la soledad? He llegado a pensarlo más de mil veces. Quisiera creer que no será así. Y perdóname que sea tan estúpidamente sensible y tenga que reclamarte de esta forma mi ira. Necesitaba desahogar todo lo que he sentido por todas esas ausencias de los seres que me acompañaron y que tanto he amado. Y heme aquí, aún de pie dispuesto a seguir adelante, remar contra la corriente si ha de ser necesario e incluso soportar más golpes que tengas que enviarme. Mi fortaleza no cede, mi corazón no se quiebra...solo llora sangre. Porque mi más grande amor están depositadas en Dios mi Señor. Mis heridas han de volver a sanarse y seguiré ahí preparado para lo que haya de venir. Pero por favor, ténme un poco de piedad bendita vida, porque mi alma se vence y se hace endeble cada vez que tengo que volver a sufrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario