miércoles, 9 de noviembre de 2011

Hasta pronto Madre.

Cruzando el vórtice de la realidad, emprendí ese camino largo en busca de aquellos sueños que alguna vez dejé atrás cuando te perdí. Tu partida fue un dolor profundo que caló en las entrañas de mi alma, rompió con mi silencio en sollozos y vulneró estrepitosamente la inocencia de mi espíritu. Pero he tenido que seguir caminando, cargando la cruz de mis suplicios hasta llegar al punto donde hoy converge una nueva vida. Recorrer la travesía llena de espinas no ha sido fácil. He tenido que surcar las vías solitarias, acompañado del miedo, la sosobra, la soledad y la frialdad, rodeando valles de momentos oscuros, minutos estremecedores y apenas vislumbrando pequeñas dosis de luz. Madre mía, dejarte ir no ha sido fácil, pero así tuvo que ser. Era necesario que atravesáramos el umbral del adiós; cada quien hacia su universo, pero eso si, siempre unidos por el corazón . Hoy, tengo que partir, pues se me hace tarde para continuar mi trayecto, ya que aún me queda un tramo incierto por recorrer. Estoy seguro que tú me acompañaras eternamente en cada paso que dé, tomando siempre mi mano para no perderme y guiándome con tu bendita luz hasta volver a encontrarnos en el ocaso de mi vida.

Te amo infinitamente madre.

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