miércoles, 8 de febrero de 2012

EL TREN DE LA VIDA

El viaje comienza con un sueño, el sueño de recorrer el único camino donde nos perdemos y de igual forma nos encontramos.

El sendero resulta largo para unos y demasiado efímero para otros.

La voluntad aparece como un ángel empujándonos a emprender los pasos que han de llevarnos a un punto más elevado.

El cielo se queda muy corto, el universo resulta un espacio demasiado estrecho, la vida es la medida perfecta de nuestra travesía.

El tiempo nos recuerda que al final no somos más que un cúmulo de buenos y malos momentos.

Somos viajeros temporales y mortales cargando a cuestas ilusiones, decepciones, anhelos y sufrimientos.

En la recta final, la mochila se queda, solo los recuerdos que permanecen son nuestro boleto de abordaje.

El tren espera, nos espera.

Los días se alejan, unas personas seguirán en la espera, otras tendrán que subirse, el resto lo hará más tarde; sin embargo el vehículo siempre será el mismo.

El destino es incierto pero el deseo es maravilloso.

No nos despedimos, solo decimos “hasta pronto” porque seguro en la próxima parada, nos hemos de volver a encontrar.

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