El desprecio de su corazón sería la expiación del enamorado, sacrificando su eternidad en el paraíso de los amorosos, salvando la integridad de su bella doncella amada y condenándose en el infierno de los lamentos y temores. Ha decidido navegar por los ríos de
¡ Maldita la hora en que ha tenido que dejar a su enamorada! Terrible ha sido tener que arrancarse de su alma el gran amor que le envenena. Solo y triste ha decidido sumergirse en el abismo de sus penas, preguntándose si existe ese Dios clemente y compasivo. ¿Dónde estás Padre? se cuestiona desesperado. Tan sólo pide resignación para comprender su dolor. Se aferra afablemente a una señal, un signo, una luz que lo guíe. No tiene nada, no puede sentir. ¡Ha muerto en vida !
Al amanecer, despierta en el extenso valle de los cielos, rodeado de nubes de colores y melodías celestiales, preguntándose a su vez si lo que ha sufrido le ha valido merecerse de un espacio en aquél maravilloso lugar, donde los árboles abrazan a las aves, los peces nadan en sincronía con el mar y el sol se compenetra con la luna siendo uno mismo, sin importar si existen los días perpetuos.
Un ángel toca con delicadeza su cabello, le sonríe y lo lleva hacia la nube más alta. Desde que llega alcanza a ver todo con claridad. Sus ojos se han limpiado, su corazón ha sanado, su alma ha descansado y lo más sorprendente... ¡A su bello amor ha encontrado!
Los ha unido nuevamente, la mano de su amado Dios .
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